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HOY TEOLÓGICO - Alfonso Luis Calvente Ortiz

CONECTADOS A JESUCRISTO

CONECTADOS A JESUCRISTO

A través del estudio histórico de la trasmisión de la fe es posible conectar, ésta misma, a Jesucristo en la totalidad de su dimensión histórica y real.


Lo Evangelios y la totalidad del Nuevo Testamento son fundamento documental de nuestra historia, la historia de los cristianos.

La fe de los apóstoles, testigos insustituibles de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, baluarte de nuestra fe, ha sido transmitida ininterrumpidamente por la Iglesia, a pesar de tantos, hasta el día de hoy. Con un estudio sencillo, podemos verificar que la buena noticia de Dios ha llegado hasta nosotros fielmente:  "La Iglesia guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de fe de los apóstoles" (cat. 171).

A los autores, de los escritos cristianos, que vivieron en tiempo de los apóstoles y en contacto con ellos les denominamos "Padres Apostólicos". Ellos son el primer eslabón de la larga cadena generacional que comunica a través del tiempo, hasta el fin del mismo, la verdad de Dios en nuestro Señor Jesucristo.

En la sucesión de la sede Apostólica de Roma encontramos a Lino, Anacleto y en tercer lugar a Clemente (Romano). De éste último, San Clemente Romano nos ha llegado una de sus cartas, de suma importancia como ya veremos.

Después de San Clemente Romano encontraremos como Padres Apostólicos a San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Esminra, Papías de Hierápolis, y los autores anónimos para nosotros de la Didajé, El Pastor de Hermas y la Carta de Bernabe,


JESÚS HISTÓRICO

JESÚS HISTÓRICO

La vida de Jesús no viene recogida en una biografía redactada con esa intención histórico biográfica que a muchos nos gustaría. La vida, obra y mensaje de Jesús de Nazaret se sustrae especialmente de los cuatro evangelios, que sin ser libros con intencionalidad historicistas si recogen ciertamente, eventos históricos que nos permiten configurar una biografía histórica de Jesucristo. También, está claro, que el libro de Hechos de los Apóstoles y las distintas cartas apostólicas de Pablo, Pedro, Juan, Santiago y Judas nos ayudan en mayor o menor medida a dicha tarea.


En el conjunto del Nuevo Testamento se plasma el fundamento de nuestra fe en Jesucristo, trasmitida por los Apóstoles en las comunidades cristianas que ellos mismos fundaron haciendo realidad la misión que el mismo Jesús les encomendó: "anunciad el Evangelio".

En la Iglesia Católica sabemos que aquella fe apostólica se ha trasmitido fielmente de generación en generación, combatiendo aquellas ideas que se alejaban del fundamento apostólico y profundizando en la belleza teológica de nuestra Fe.

Podemos pues, seguir un camino generacional de la transmisión de la doctrina apostólica hasta nuestros días.

Tras el estudio de los apóstoles, deberemos apuntar a aquella generación de personajes eclesiales que estuvieron de alguna manera en contacto con los apóstoles y que constituyen el conjunto de los Padres Apostólicos.

Sabemos, por ejemplo, que la sede romana fue precedida por San Pedro cuyos sucesores inmediatos fueron Lino, Cleto y Clemente. De ellos sólo tenemos escritos de Clemente Romano.

Del estudio de de estos Padres Apostólicos y de los distintos Padres de la Iglesia, se ocuparan la Patrología (estudio de la vida y persona del autor) y la Patrística (estudio de la doctrina y pensamiento de los mismos). 


 

Tradición fuente de nuestra fe.

Tradición fuente de nuestra fe.

Tradición fuente de fe. No podemos olvidar aquella que da sentido primero y último a nuestra fe. La tradición comunica nuestra fe de hoy con el mismo Jesús, con su vida y con la buena nueva que él anunció.


Sin tradición nuestra fe se convierte en creencias arbitrarias que pueden ser modificadas al antojo de las gentes, de los tiempos y de intereses propios y ajenos.

Hablaba hace unos días con una cristiana evangélica que insistía mucho en el culto y veneración que se le debe de hacer a La Biblia por su condición de ser Palabra de Dios. Claro que la Biblia a la que ella se refería era la "Reina Valera", biblia protestante.
Ella me reprochaba el trato que yo hacía de la misma hablando de los diversos autores, de sus intenciones, de la datación, etc; me decía que la Biblia es un libro sagrado, es la Palabra de Dios. Pero cuando yo le cuestionaba  por qué decía que la biblia es Palabra de Dios, no sabía darme respuesta.

Es la Tradición la que nos une al acontecimiento de Jesucristo y al acontecimiento de la Historia de Israel dentro del marco de la Historia de la Salvación.

Sin esta Tradición, rota por las tesis luteranas y otras, el compendio de libros que forman la biblia pueden ser considerados como cada cual quiera, y no tienen porque ser considerados más que otros libros de diversa índole.

Es la tradición en la Iglesia Católica la que nos confirma el canon bíblico, esto es, la veracidad de la inspiración divina en la redacción de los escritos que contienen la Bíblia.

JUVENTUD DAÑADA

JUVENTUD DAÑADA

El mundo que ha engullido a nuestros jóvenes pretende un futuro sin Dios. Las cuestiones que lanza Jesús, "¿acaso encontrará fe sobre la tierra cuando vuelva el Hijo de hombre? (cf. Lc 18,8)" y "si aquellos días no se acortarán no se salvaría nadie (cf. Mt 24,22)", deben hacernos pensar que el mundo verdaderamente, aún vencido por el propio Dios hecho hombre, se dirige hacia un futuro en que la fe y la recta conciencia no serán seña de su identidad.


Y es el mundo él que actúa sobre las familias y específicamente sobre nuestros jóvenes. La oferta de éxito, fama, moda por un lado y placer, entretenimiento y egoísmo por otro, intentan anular la posibilidad de un proyecto de vida cristiano y formal.

Hoy no se tiene en cuenta la sabiduría de nuestros mayores que en otros tiempos aportaban una experiencia de vida completa como guía de los aciertos a asumir y los errores a evitar, sino que se les aísla y en su caso incluso eliminan, desdeñando esa experiencia vital que bien trasmitida encauza el proyecto de vida de padres e hijos. 

Los padres somos ajenos a la realidad a la que nuestros hijos adolescentes se enfrentan. "Sí", dirán algunos es la tópica y típica ruptura generacional, pero hay que observar que en nuestro tiempo esta ruptura es abismal e incluye una nueva proyección de un mundo sin Dios en una realidad cada vez menos trascendental.

La juventud, dañada en lo más íntimo e interior de la persona, herida en el alma, discurre caminos en los que Dios es aniquilado por un ateísmo activista y excluyente, que arrasa la tierra y quema la semilla de amor que en ella debería de germinar.

En Manos de Dios

En Manos de Dios

Cuando la vida avanza, cuando la meta se vislumbra, el anelo del alma se desvela como una necesidad trascendental.


La vida, fuera de las paternales y maternales manos de Dios, carece de un sentido último.

El mundo se desvive en su algarabía de espaldas a Dios. El sufrimiento humano es indeseable, se escuda, se esconde en un frenético devenir del hoy y ahora fuera de todo cuestionamiento serio de lo que será, de lo que quedará; es un hoy sin mañana.

Las cálidas manos de Dios nos acogen sin más condicionamiento que el amor. Sin Él nada es, nada somos, nada fuimos ynada seremos

PACIENCIA DIVINA

PACIENCIA DIVINA

Si no fuera por la inconmensurable paciencia de Dios, el ser humano hace tiempo que hubiera llegado al final de su historia.


Pero desde hace 2 milenios resulta que la historia del ser humano se ha fundido con la historia de Dios; y es Dios quien lo ha hecho.

Dios encarnado en la persona de Jesucristo es la esperanza de la humanidad. No hay otro más que Èl. En Jesucristo el ser humano es capacitado para alcanzar el destino divino para el que fue creado. Sin Jesucristo, el ser humano no es más que una criatura dèbil frente al pecado, embebida en el mundo y destinada a una muerte inesquivable e irremediable.

Pero que pocos acuden a Èl, a Jesús. Èl decidió quedarse con nosotros todos los días hasta la consumación de los tiempos. Jesucristo nos espera paciente en el Sagrario. Él lo decidió así, quedarse escondido en las especies del pan y del vino, Su Cuerpo y Su Sangre, para que todo el que cree en el tenga vida eterna, alcanzando para sí la manifestación plena del destino esperado para los Hijos de Dios.

Gracias Jesús por tu paciencia, gracias por no tener en cuenta nuestra indiferencia a tu presencia real en la Santa Eucaristía, gracias porque tu nombre ha sido nombrado sobre nosotros.

Alegría, paz y bien para todo aquel que cree en el Señor.

EL AMOR DEL ALMA

EL AMOR DEL ALMA

¡Salvador del mundo: oh, amador de las almas; oh Señor, el más amable entre todas las cosas criadas! Vos habéis venido a ganar con el precio de vuestra sangre nuestros corazones, y con esto manifestáis el amor infinito con que nos amáis, dando la última mano a nuestra Redención que es para todos un piélago de bendiciones, que son el precio de vuestros inexplicables dolores y oprobios. Y Vos, a fin que quedase en nuestras almas la memoria de esta Pasión, instituisteis el Santísimo Sacramento de nuestros altares; Y a fin de que quedase una memoria perpetua de un beneficio tan grande entre nosotros, nos dió su cuerpo en comida (S.T. op.57). Todas las veces que comiereis de este pan, anunciaréis la muerte del Señor (I Cor 11,26). Vos, pues Señor, con este prodigio de amor habéis obtenido de tantas y tantas almas santas que, ardiendo en vivas llamas de vuestra caridad, renunciasen todos los bienes de la tierra y no se ocupasen mas que de amaros, ¡oh, amabilísimo Señor! Haced pues ¡oh, dulcísimo Jesús! que yo traiga continuamente en mi alma la memoria de vuestra Pasión;; haced sobre todo que yo, siendo un miserable pecador, confundido con todos los halagos de vuestra mansedumbre, aprenda y sepa amaros, y también poder manifestar mi gratitud y fineza por los inmensos beneficios que he recibido de vuestro amor.


Acordaos Señor, que soy una ovejilla, por cuya salud Vos bajasteis del cielo a la tierra y sacrificasteis vuestra vida. Se que vos, después que me habéis redimido con el precio infinito de vuestra muerte, me amáis del mismo modo, y que conserváis por mi la misma predilección que mostrasteis muriendo por mí. No permitáis ¡oh, Padre amoroso! que yo persevere ni un instante en la ingratitud hacia Vos, que sois digno de ser amado tan afectuosamente y que habéis hecho tantas cosas para que os amásemos.

Y Vos, ¡oh, Santísima Madre, Virgen María! Vos que con los dolores que sufristeis tenéis tanta parte en la Pasión de vuestro Hijo, ¡ay! por el mérito de estos mismos dolores, alcanzadme la gracia de experimentar a lo menos una parte de aquella compasión que os afligió tan vivamente en la muerte de Jesús, y que sienta dentro de mí mismo alguna centella del amor que formó todo el martirio de vuestro dolorido corazón.

"¡Oh, Señor mío Jesucristo! Que aquella fuerza abrasadora y meliflua de vuestro amor se empape dentro de mi alma, a fin de que muera con el amor de Vos mismo, ya que habeis querido morir por mi." (S. Franc. Ass. Or. 2)

San Alfonso María de Ligorio

San Cirilo, Arzobispo de Jerusalén

San Cirilo, Arzobispo de Jerusalén

Bendito San Cirilo que pastoreó la Iglesia de Cristo allí mismo donde se entregó por Nosotros.


Si volvemos nuestras miradas hacia la riqueza de la Iglesia, hacia la vida y obra de tantos Santos y Mártires en el Señor, nos daremos cuenta que todo está dicho y descubierto, que nada más hay que añadir. Lo que nos corresponde es redescubrir tal riqueza, hacerla nuestra y proclamarla a los cuatro vientos, ya que en ella se contiene la verdad de la Vida, ella es Cristo, Verbo encarnado, que nos descubre los misterios que a algunos todavía les parecen insondables.

La actividad de San Cirilo frente a los arrianos fue frenética. 16 veces fue desterrado por alcanzar la verdad ortodoxa de nuestra fe.

Sobre nosotros y nuestro ser San Cirilo nos explica con clara sencillez y hermosa profundidad la verdad de nuestro ser:

¿Quién eres tú?. Como hombre, tú has sido hecho compuesto de alma y cuerpo y, el mismo Dios es autor de tu alma y de tu cuerpo. Debes saber también que tienes un alma libre que es obra maestra de Dios, hecha a imagen de su creador: inmortal por causa de Dios que le confiere la inmortalidad; un ser vivo dotado de razón y libre de la corrupción por causa de quien le otorgó todo ello; con capacidad de hacer lo que desee.

El alma es inmortal. Y son semejantes todas las almas: tanto de los hombres como de las mujeres. Sólo son diferentes los miembros de los cuerpos. No existe una clase de almas pecadoras por naturaleza y otras que actúen debidamente, pues todas actúan según su voluntad y el albedrío de cada una, mientras no hay diversidad en la sustancia de las almas y es semejante en todas ellas.

El alma es libre y dueña de sí misma. El diablo puede ciertamente sugerir, pero no puede forzarla a actuar privándola de la voluntad. Cuando viene a ti el pensamiento de la fornicación, si quieres, lo admites, pero no si lo rechazas. 

Ya has oído, querido, bastantes cosas acerca del alma; si puedes, escucha ahora también acerca del cuerpo. Y no pienses lo que algunos dicen de que el cuerpo no lo ha hecho Dios, y creen que el alma habita en él como en un recipiente que le es ajeno, inclinándose por tal motivo a la práctica de la fornicación33. ¿Qué es lo que ellos recriminan al cuerpo admirable? ¿Qué es lo que le falta de decencia y armonía? ¿Qué es lo que carece de estética en su estructura? ¿No deberán caer en la cuenta tanto de la espléndida configuración de los ojos como de la posición oblicua de los oídos, para poder oír sin dificultad, o del olfato capaz de distinguir olores o también los aromas suaves, o en la doble capacidad de la lengua para gustar de las cosas y para poder hablar, sin olvidar la capacidad pulmonar para respirar el aire sin cesar? ¿Quién dio al corazón su movimiento continuo? ¿Quién anudó los nervios a los huesos de modo tan sabio? ¿Quién asignó una parte del alimento a la reparación de las fuerzas de la naturaleza, destinando otra a la defecación, haciendo cubrir pudorosamente las partes menos nobles? ¿Quién es el que hizo que la débil naturaleza humana pudiese perpetuarse mediante una sencilla unión?

Y no me digas que el cuerpo es causa del pecado. Pues si el cuerpo es la causa del pecado, ¿por qué no pecan los muertos? Coloca una espada a la derecha de un hombre que haya muerto hace poco, no matará a nadie. Ya pueden desfilar, ante un joven recientemente muerto toda clase de hermosuras; no experimentará ninguna lascivia. ¿Por qué? Porque el cuerpo no peca por sí mismo; es el alma quien peca por medio del cuerpo. El cuerpo es como el instrumento del alma, como si fuese vestido y su abrigo: se hace inmundo si es ella la que lo mueve a la fornicación; pero si se une a un alma santa, se convierte en templo del Espíritu Santo. "


SENTIDO

SENTIDO

No se puede amar a Jesús si no se le conoce. No se puede amar a María si no comprendemos su maternal amor. No podemos amar a la Iglesia si no participamos y profundizamos en su misterio.


Jesús nos desvela el sentido de la vida.La búsqueda de aquel sentido, que tanto atormenta a los jóvenes, se alcanza en el encuentro real y personal con Jesucristo. Es Jesús el que se cruza en nuestro camino y nos interpela, preguntándonos si realmente creemos que él es el Hijo de Dios.

María nos señala el misterio de la encarnación. Maternalmente nos acoge y consuela en tantas vicisitudes de nuestra vida. Nos estrecha entre sus brazos y señala el camino del sosiego y la verdad; nos señala a Jesús. "Haced lo que él os diga".

La Iglesia nos acoge y nos regala la cristificación de nuestras vidas. La Iglesia nos inserta en la comunidad de creyentes, dispuesta siempre a proclamar el Evangelio de Jesús. Como buena madre se regocija con nosotros ante la dicha de la vida; como buena madre nos reprende para corregir nuestros desvíos del camino hacia la felicidad, dispuesta siempre a perdonar en el nombre de Jesucristo, nuestras faltas y debilidades.

"Dichosos aquellos que sin ver creyeron"

SEGUIDORES DE JESUCRISTO

SEGUIDORES DE JESUCRISTO

Los cristianos, y específicamente los Católicos, descubrimos en Cristo Jesús a nuestro Dios y Señor. Por Él y en Él somos dignos discípulos de su Palabra.


Cómo discípulos de Cristo somos sembradores de paz y de esperanza. Somos dignos Hijos de Dios destinados a algo que ni ojo vio ni mente pudo imaginar. 

Nuestra esperanza descansa en Jesucristo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Él es nuestro Señor y Maestro. Él es el amigo fiel que nunca falla.

Sin embargo, ha quedado patente, una vez más, que ante el peligro o las dificultades de la vida, nos convertimos en objetos y sembradores de miedo y de pánico, como aquellos discípulos que huyeron ante el peligro, dejando solo ha Jesús. Nos convertimos en seguidores del mundo, cargando con sus miedos, sus manipulaciones, sus histerismos y tanta inmundicia que genera en nosotros ese profundo miedo que niega la vida eterna y la divinización de nuestras almas.

"No tengáis miedo" dice el Señor. Pero ante este imperativo que nos comunica Jesucristo le abandonamos por temor; miedo que el mundo inyecta en nuestras venas, pánico que el diablo pretende en nuestras personas, para que sumidos en la oscuridad cerremos nuestros ojos a la Luz de Cristo, nuestros oídos a su Palabra y el resto de nuestros sentidos al sosiego y esperanza que el Espíritu Santo derrama sobre aquellos a quien Dios ama.

Pero en todo esto, nuestro pecado se engrandece sobre el de aquellos discípulos asustados. Nosotros, Católicos henchidos de Espíritu Santo, somos testigos de la resurrección de Jesucristo, somos partícipes de una tradición bañada en la sangre de los Santos, nos alimentamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y nos confortamos en la fe que nos trasmitieron  nuestros padres, aunque a pesar de ello, huimos, negamos y nos sumergimos en la tenebrosa oscuridad del mundo participando de ella.

¿Somos seguidores de Jesús, de aquel Jesús que venció al Mundo, o somos meros advenedizos deseosos de participar de la funestas directrices de Mundo, de los placenteros deleites de la Carne y de los siniestros engaños del demonio?

DIACONADO, SÍ !! Y PERMANENTE!!

DIACONADO, SÍ !! Y PERMANENTE!!

El Concilio Vaticano II restauró el Diaconado Permanente en orden al ministerio, ocupando el tercer puesto en la jerarquía eclesial y participando en su ministerio del Sacramento del Orden:


"En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de las manos, no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así, confortado con la gracia sacramental, sirve, en comunión con el obispo y su presbiterio, al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad." (LG 29)

Como oficios propios del diaconado el Santo Concilio señala:

* La administración solemne del bautismo.
* El conservar y distribuir la eucaristía.
* Asistir y bendecir en nombre la Santa Iglesia los matrimonios.
* Llevar el viático a los moribundos.
* Leer la Sagrada Escritura a los fieles.
* Instruir y exhortar al pueblo.
* Presidir el culto y la oración de los fieles.
* Administrar los sacramentales.
* Presidir los ritos de funerales y sepelios. (LG 29) 

San Policarpo de Esminra exhortaba a los diáconos a ser "misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta conforme a la voluntad del Señor, que se hizo servidor de todos".

El diácono tiene entidad propia, trabaja en los ministerios que le ha señalado el Obispo, trabajando en una misión que ha recibido de Cristo por el Sacramento del Orden. Tiene un poder que lo cualifica para el ministerio, que no recibe del obispo, sino de su calidad de participante, por el Orden, en la jerarquía. "De esta manera, comparte con el obispo y los presbíteros, a nivel de las características que configuran a cada uno, las misión pastoral de la Iglesia".

El diácono, pues, no es persona que adorna, luce o deba ser manipulada por sus superiores Jerárquicos. Su Orden es sagrado, y de ahí que cualquier utilización de su ministerio fuera de su misión es sacrílega. De igual modo, debemos decir, severamente, que la utilización de sus ornamentos sagrados por personas no ordenadas es un grave sacrilegio.

El diácono, pues, es sal viva en medio de un mundo desgarrado; es alimento de esperanza para los sufrientes y desesperados de la tierra; es piedra conciliadora en la estructura eclesial. Porque el diácono, en su carisma y ministerio propio, es imagen de Cristo para el mundo.Siempre en comunión con su obispo y presbiterio.

¡DIOS CON NOSOTROS! ¿O NO?

¡DIOS CON NOSOTROS! ¿O NO?

En estos tiempos en los que las Iglesias han sido cerradas para el culto de los fieles. 

En estos tiempos en los que se da una importancia extraordinaria a un virus con cierta mortalidad, dejando olvidados a los que diariamente mueren de hambre, a los que pierden sus vidas en las guerras, a los que viven en la miseria, a aquellos que siguen siendo asesinados en los vientres maternos, a los que por la edad han sido excluidos de la asistencia que precisan.

En estos tiempos en los que se impone la autoridad política frente a los derechos fundamentales de los seres humano.

En estos tiempos algunos se preguntan ¿dónde está Dios?, y olvidan que Dios se hace presente siempre y en todo lugar. Personalmente presente, aunque hoy tan ausente, en los Sacramentos que se nos niegan. Y no se preguntan, ¿por qué los "hombres" no cumplen la voluntad de Dios?

En estos tiempos en los que nuestra amada Iglesia Católica sido confinada, obligada a ausentarse en la vida social y pública.

En estos tiempos, Dios sigue con nosotros. Cientos de sacerdotes mueren y enferman por no negarse a auxiliar a los más necesitados. Miles de religiosos mueren atendiendo a nuestros enfermos sin atender a otros criterios que a la Caridad debida. Cientos de Millones de cristianos siguen orando y ofreciendo sacrificios por la salvación de los "hombres". La Iglesia Católica sigue ofreciendo auxilio a pesar de tantas dificultades impuestas por el orden político.

En estos tiempos, Cristo sigue mirándonos desde la Cruz, y María sigue orando por nosotros a los pies de ella. 

¡Jesús crucificado!

Oración de San Pío V a Jesús crucificado



Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus oídos y escúchame, así como escuchaste al Padre en el Monte Tabor.


Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus ojos y mírame, así como miraste desde lo alto de la Cruz a tu Madre querida, afligida por el dolor.


Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tu boca y háblame, así como le hablaste a San Juan cuando le diste por hijo a tu Madre.


Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus brazos sagrados y abrázame, así como los abriste sobre el árbol de la Cruz para abrazar al género humano.


Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tu corazón, recibe el mío y concédeme lo que te pido, si tal es tu Voluntad.


Amén


PASCUA Y.....

PASCUA Y.....

Vivimos la Pascua del Señor. Es decir, el paso de Dios por el mundo en la persona de Jesucristo.

Esta afirmación, apoyada en la fe, en la realidad histórica de la tumba vacía y en el testimonio veraz de aquellos que comieron y bebieron con Él tras la resurrección de Jesús, nos lleva a recordar que nuestras vidas están en la mano de Dios. Jesucristo es la Vida, vencedor de la muerte y vencedor del Mundo.

Nuestras vidas se descomponen ante los acontecimientos diarios, ante tantos problemas y preocupaciones que llegan a obsesionar a nuestra mente oscureciendo la vida interior y el alma misma.

"Quien quiera conservar la vida la perderá". Somos meros transeúntes en este Mundo. Nuestros años son efímeros, pero sin embargo nos aferramos a ellos, queremos encadenarnos al mundo y apoderarnos de él en una eternidad por naturaleza inalcanzable. 

Nos olvidamos completamente de quienes somos en verdad, de quienes, nuestros mayores, nos enseñaron a ser, regalándonos el ser Hijos de Dios por la gracia bautismal.

Peregrinos en este Mundo donde impera el egoísmo, la avaricia, la prepotencia y todo tipo de males, deseamos quedarnos en él, olvidando a Dios. Olvidando que esta gracia sobrenatural que nos han dado nos empuja a la verdad más profunda, y tan olvidada, de que somos y seremos para siempre, pero no en este mundo.

Como hijos de Dios que somos estamos llamados a la divinidad. Divinidad que ya se nos anticipa en los Sacramentos. Divinidad que se realizará en cada uno de los que confían en Jesucristo Redentor. Pues siendo hijos de Dios estamos llamados a ser dioses en el, para toda la eternidad, sobre una nueva Tierra y bajo un nuevo Cielo.

No hay que temer a aquello o aquellos que nos pueden arrebatar la vida, mas bien debemos temer a aquellos que, alejándonos de Cristo, nos pueden arrebatar el alma.

Y como decía nuestro amado Santo Hermano Pedro: "Acordaos hermanos que un alma tenemos, y si la perdemos no la recobramos".

Pues adelante, sin miedo a este Mundo al que ya venció Cristo. Sin miedo a perder esta vida, pues la recobraremos para siempre.

Nocturnidad

Nocturnidad





La noche, la nocturnidad de nuestras acciones, queda sujeta al sueño tal y como la vida queda sujeta a la muerte.

Pero si contemplamos la noche tal y como es, un mero espacio de tiempo en el que media esfera terrestre queda ocultada del sol por la otra mitad, entonces descubrimos la nocturnidad como una posibilidad de reflexión y contemplación.

Me gusta la noche, pero aun dentro de la aparente visión de tranquilidad y sosiego tras el día alumbrado por nuestra especial estrella, el sol, hay otro medio mundo que recobra su frenética y espantosa actividad.

"El sueño, hermano de la muerte", nos invita al descanso, a cerrar los ojos ante la oscuridad que se cierne sobre aquella mitad de la tierra que espera el reparo de la fatiga del cuerpo, de la mente e incluso del alma.

El sueño es lugar de encuentro con los ángeles que nos acompañan y sosiegan ante la necia oscuridad que verdaderamente nos invita a mirar al cielo.


FESTIVIDAD

FESTIVIDAD

Cada año celebramos la Navidad y la cargamos toda de características positiva: Amor, Paz, Alegria, Esperanza, etc.


Pero creo que es cruel la celebración del nacimiento del bebe Dios,de una manera frívola y vanidosa. Aquél que es el Dios verdadero, hombre verdadero concebido en el inmaculado vientre de la Santísima Virgen María, exige cuanto menos un reconocimiento racional, histórico, tradicional y cultural.

Dios nos lo da todo, se hace hombre para redimir a aquellos a quién ama. Y esa es la pregunta que deberíamos hacernos, usted y yo, el mundo entero; ¿Deseo que Dios me ame? ¿Deseo ser amado por Cristo, incondicionalmente, sabiendo que ello con lleva la observancia de mi ser como signo vivo y sagrario de Jesucristo?

La respuesta a ambas pregunta es humildemente sencilla; si/no.

El camino a recorrer, para llegar a un respuesta limpia y sincera, es imposible de recorer para el ser humano... gracias que para Dios no hay nada imposible.

VUELTAS

VUELTAS


La vida es un descubrimiento continuo. Desde que tenemos memoria, en la niñez, y después en la juventud, junto al resto de nuestra vida adulta y anciana, vamos descubriendo el mundo sensitivo que percibimos a través de nuestros sentidos. 

Pero también ese descubrimiento se realiza en otra dirección; hacia uno mismo. Este ir conociéndonos ocurre desde muy temprana edad, a penas con unas semanas de vida nuestra actividad cerebral va formando un entramado neuronal que se mantendrá como instrumento de conexión entre nuestro ser que vamos descubriendo y el mundo exterior, que no solo percibimos, sino que también transformamos.

Somos concebidos en un acto que siempre debería ser culminación del amor. Y cuando pienso en que he sido concebido ese instante determinado, donde debería culminar el amor, me pregunto cuando el gameto masculino "anidó" en el núcleo del gameto femenino; ¿En qué momento aquellas células reproductivas dejaron de ser dos simples células reproductivas y comencé a ser yo?

Yo no me acuerdo de mis primeros años como "neonato"; no creo que nadie lo haga; mucho menos si retrocedemos a nuestra permanencia en el seno de nuestras madres. No es de extrañar entonces, que tampoco recordemos el momento de nuestra concepción. Pero es ahí, en la concepción, donde la razón me dicta que comienza mi "ser".

 Sí, en la concepción la ciencia nos explica como dos células reproductivas de diferente sexo se funden y comienza a desarrollarse un nuevo organismo completamente distinto a un mero conjunto de células. Un organismo vivo completamente distinto de la madre que lo sostiene, que le proporciona las condiciones necesarias para que pueda seguir desarrollándose como ser y ser humano.

El ser humano desde el comienzo de su andadura porta completo un mapa genético irrepetible.Este mapa genético procedente de la concepción marca el desarrollo de ese ser vivo y humano, que desde ese momento de su concepción hasta su muerte tratará de sobrevivir con los medios que tenga a su alcance, algunos, los no natos, no podrán defenderse de un ataque proveniente del exterior y de la propia madre que debía prestarle el auxilio de albergue durante nueve meses. No sólo en determinadas condiciones con la "falta de amor" de la madre o del entorno social, sino también con las condiciones naturales que pueden frustar su vida (Anidación, desarrollo de la placenta, etc) especialmente también con las propias condiciones físicas de la madre por diferentes características biológicas y genéticas.  

Ahora, después de tantos años de supervivencia, de tantas idas y vueltas, comprendo que la dimensión sexual del ser humano esta bien definida en el tiempo por su propia realidad reproductiva. Cuando la dimensión sexual queda controlada o atenuada por los años, la descendencia comienza a ser vista como fruto de un amor sobrenatural, aunque sólo quede en el recuerdo; no se puede amar el fruto y maldecir el árbol que dió el fruto.

Dios nos mira, debe quedar aterrado por tanta maldad y depravación legalmente constituida. No solo el hambre y las guerras que nosotros mismos nos negamos a solucionar, mostrándonos cada vez más indiferentes ante el sufrimiento humano; esta el abominable sacrificio de 50 millones de seres humanos cada año (130.000 en España). Matamos (matar=quitar la vida a un ser vivo) a seres humanos,¿cuántos cientos o miles de millones de seres humanos han sido privados de la vida con el consentimiento y cohecho de sus propias madres madre?

Si la Historia recordará esta época como la época más sangrienta de todos los siglos, y juzgará a la sociedad actual envuelta en su bienestar de depravada explotación, adoradora del Becerro de Oro, hoy el dinero, el poder y la fama; Jesucristo continuará gritando al ser clavado en la Cruz: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".

¡Sí! contamos con su perdón, con el perdón de Dios siempre que caigamos en el arrepentimiento y propósito de enmienda, pero también debemos recordar que Aquél que es infinitamente misericordioso, también es infinitamente justo.


CORRIENTE DE TIEMPO.

CORRIENTE DE TIEMPO.

La vida, al igual que el saber, e incluso del propio amor terreno, se va poco a poco escapando de nuestras mano, se escurren inevitablemente entre nuestros dedos. 


Tan solo la frescura de sentir tal manantial discurrir en nuestra vida, crea un álito, un impulso, una llamada que nos habla de Vida y ésta eterna. 

Si somos dóciles y humildes de corazón, y abrimos un espacio en nuestra agetreada y ocupada vida, para leer sobre la verdad de la historia y de uno mismo. Sin duda alguna Jesús, el Cristo de Israel, nos saldrá al encuentro. En ese instante deberemos decidir:

¿Mundo o Dios? 
¿Luz u Oscuridad? 
¿Amor o amargura? 
¿Salvación o perdición? 

Es Dios el que pasa, pidámosle que se quede con nosotros y habite en nuestro corazón. 

Magisterio Ininterrumpido de la Iglesia

Sucesores de Pedro, la Piedra sobre la que Cristo edifica su Iglesia. 

Sin duda alguna.

Sin duda alguna.

Sin duda alguna todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida sucesos y acontecimientos que nos han conmovido, que nos han llenado de una profunda emoción, incluso de un estupor interior que ha paralizado nuestros sentidos y nos ha llevado a un estado que, más allá de los sentidos, se nos hace imposible explicar con palabras.


Cuando este tipo de acontecimiento o sucesos alcanzan una conciencia cierta de presencia o intervención, podemos, con los ojos de la fe, contemplar lo sobrenatural, lo metafísico; lo divino o celestial, si esa presencia o intervención, bajo el juicio de la recta razón, no lo desvelará de tal forma. 

La contemplación de lo divino es alcanzable a través de la elevación del alma y la mirada del espíritu.