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HOY TEOLÓGICO - Alfonso Luis Calvente Ortiz

LUCIFER

LUCIFER

Hoy por hoy que pocos son los que toman en serio las artimañas del maligno y se preparan para combatirlas. Hace ya un tiempo que se viene diciendo que la mayor victoria del diablo es haber hecho creer a la humanidad de su inexistencia, de su alegórica referencia. Hoy creo que podemos decir más; la victoria en este campo está consumada. No es que no se crea en Satanás y los demonios, un día ángeles, hoy caídos; la gran victoria infernal se encuentra hoy en la absoluta indiferencia que sobre este tema se mantiene tanto fuera como dentro de la Iglesia, y ni que decir si nos referimos al campo teológico.

San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales pone de manifiesto el gran poder que Lucifer mantiene sobre los hombres. Este poder no se manifiesta a través de grandiosos portentos ni exóticos fenómenos. No nos alerta San Ignacio contra la Posesión, la Obsesión o la Infestación. San Ignacio hace referencia al sutil y mayor enemigo de la Humanidad: la Tentación. Tentación que fuera de lo que podemos creer tiene distintos modos de manifestarse en nuestras vidas. Es decir, los demonios, seres espirituales, tienen capacidad ordinaria de inferir en la vida humana en forma de tentaciones, pero dentro de este modo ordinario, la tentación tiene un gran cajón de herramientas con las que Lucifer y sus secuaces atentan contra la vida humana. San Ignacio nos explica que el demonio tienta con un espíritu determinado, espíritu de turbación, soberbia, agitación, obscuridad y tristeza.

Creo que esta Cuaresma es buen tiempo para adentrarnos en nuestro espíritu, tomar un tiempo para observar nuestra vida interior y descubrir y desvelar el espíritu con el que nuestro enemigo viene atacándonos más ferozmente. Observar la turbación de nuestra vida, la soberbia de nuestra mirada, la agitación de nuestra alma, la obscuridad de nuestra mente o la tristeza de nuestro corazón. Descubrir el ataque y poner los medios necesarios para la defensa.

De esta forma podremos poner en práctica la palabra del maestro de espiritualidad, cuando en el capítulo que dedica a la Bandera de Lucifer no trasmite: "Si te quiere hechar el cebo, tu que de esto sabes, abre bien los ojos y huye del anzuelo infernal, poque primero propondrá cosas al parecer no malas, tal vez necesarias, pero luego, con capa de necesidad, meterá la afición, y creciendo ésta, se desordenará el apetito y te llevará al pecado. Así, las que al principio eran redes, cuando se pintaban los objetos con bellos colores y cierta apariencia de honestidad, después que el corazón se haya aficionado, y cogido, y comprometido, se hacen cadenas difíciles de romper. De ahí tantas víctimas de la ambición, del falso honor del mundo, de las riquezas... tantas víctimas que bajan rodando hasta el abismo, arrastradas por las cadenas de los falsos bienes que el demonio promete... y con que engaña, fascina y seduce a los ciegos y miserables pecadores."

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