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HOY TEOLÓGICO - Alfonso Luis Calvente Ortiz

Dolorosa

Dolorosa

No encuentro mejor modo de recorrer este camino cuaresmal de seguimiento de Jesús que acompañar a María en el camino de Dolores.

¡Vayamos también nosotros a Jerusalén a morir con Él!

Madre DOlorosa, Madre de Tormentos, bien llamada Corredentora de la humanidad. Tú cargaste en tu corazón con la ignominia que pesaba sobre tu Hijo, el pecado de toda la humanidad. Tú sentiste atravesar tu corazón por los millones de bebés arrancados de la vida por sus propias madres antes de nacer, por una humanidad denigrada, degenerada y perversa que permite el genocidio del hambre y el abandono de 1/3 de sus hermanos, por una ingente masa opresora de sus semejantes. Tú madre Dolorosa ante la miseria del mundo, ante inconmensurable angustia del pecado de toda la humanidad no desesperaste y confiaste en la Palabra que te fue dada por el Ángel.

Madre Dolorosa, Madre de Tormentos, permite a este miserable e indigno siervo tuyo acompañarte en tu camino de dolor, junto a Jesús, y enseñame a cargar con la cruz que me corresponde.

 

La Madre piadosa estaba junto

a la Cruz, y lloraba

mientras el Hijo pendía.

 

Cuya alma triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.

 

¡Oh, cuán triste y afligida

se vio la Madre escogida

de tantos tormentos llena.

 

Cuando triste contemplaba

y dolorosa miraba

del Hijo amado la pena!

 

Y ¿cuál hombre no lloraba

si a la Madre contemplara de Cristo,

en tanto dolor?

 

Y, ¿quién no se entristeciera,

piadosa Madre,

si os viera sujeta a tanto rigor?

 

Por los pecados del mundo

vio a Jesús en tan profundo tormento

la dulce Madre,

 

Y de Tu Hijo, Señora,

divide conmigo ahora

las que padeció por mí.

 

Hazme contigo llorar

y de veras lastimar

de sus penas mientras vivo.

 

Y que por mi Cristo amado

mi corazón abrasado

más viva en Él que conmigo.

 

Y porque amarte me anime

en mi corazón imprime las llagas

que tuvo en sí.

 

Y muriendo al Hijo amado

que rindió desamparado

el espíritu a Su Padre.

 

¡Oh Madre, fuente de amor,

hazme sentir tu dolor

para que llore contigo!

 

Porque cuando quede en calma

el cuerpo, vaya mi alma

a su eterna gloria. Amén.

 

(Rvdo. P. Juan S. Clá Díaz)

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