VIDA
Nos acercamos nuevamente a la celebración más trascendente en la vida del cristiano. La Navidad que se acerca es signo de Vida. Celebramos el nacimiento de Aquél que nos trae la vida, y vida eterna. Celebramos que la Vida se hace vida, y el llanto del nacido se transforma en la esperanza de una humanidad desesperanzada.
No obstante, la sociedad española actual, transformada abominablemente, admite más de 112.000 bebés no nacidos asesinados impunemente en un solo año. Nuestros dirigentes políticos y administrativos lejos de reconocer errores se empecinan en fomentar entre nuestros jóvenes y niños un comportamiento sexual promiscuo y libertino. Cualquier niño de 11 años que se acerca a uno de nuestros centros de enseñanza secundaria se encuentra con el primer mensaje que nuestro decadente sistema de enseñanza le propone: "¡Condoneate!". ¡Claro! y si eso falla, pues que no se preocupen, ampliación de la ley del libre e impune asesinato (ley del aborto).
Nuestro refugio, nuestra esperanza frente a tanta injusticia y malignidad, no puede escontrarse sino en aquel humilde pesebre, al cual nuevamente nos acercamos abatidos. Abatidos por tanta injusticia, por tanto egoísmo y tanta soberbia opresora, abatidos pero no derrotados, como buenos soldados de la luz, perdedores de batallas en una guerra que extraordinariamente fue ganada por el Señor de la Vida.
"Porque tú mis vísceras has formado."
"Mi embrión tus ojos lo veían."
"A cada uno pediré cuentas de la vida de su hermano."
"La herencia del Señor son los hijos, recompensa el fruto de las entrañas."
"La Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto."
"La Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto."
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