IDENTIDAD
Cada día más notoriamente se nos arrebata, se nos arranca, no sólo desde lo más profundo de nuestras convicciones, el sentido y la razón de una celebración que fundamenta la alegría y la esperanza en medio del sufrimiento, el trabajo y las dificultades de esta nuestra vida de seres humanos.
Por todos lados nos golpean y bombardean con mensajes, imágenes y esloganes que nada tienen que ver con la realidad a la que pertenecemos y que se nos ha trasmitido de forma personal, familiar y social. La iluminación de nuestras calles, los mensajes consumistas, los adornos, campañas y voluntades, apartan y desplazan al protagonista de esta Fiesta que forma parte de nuestra propia identidad. Y es que Jesús, Jesús de Nazaret, es el que nace esta Noche Buena, el que renovada y actualizadamente nos trasmite una esperanza, un sentido, una victoria del amor, el bien y la fraternidad sobre la malignidad y la inhumanidad.
Poco a poco, a través de diferentes medios, a veces muy sutiles, se va apartando esta realidad de la conciencia social, Jesús ya no es protagonista, la tradición que nuestra familia y nuestros ancestros nos trasmitió y la cual, irrenunciablemente, forma parte de nosotros, es ignorada imperturbablemente en medio de nuestras vidas.
Hoy, en el ambiente mediático y populista de nuestra sociedad, es un ser imaginario, "Papá Noel", el presunto protagonísta de estas fiestas. El tiempo del amor, la solidaridad y la felicidad, no responde más que a un concierto o acuerdo social. Se nos habla de la magia de la Navidad, del tiempo de los compromisos, las compras y demás. Pero cada vez menos se habla de Belén, de lo que históricamente ocurrió hace ya más de dos mil años y que es único fundamento y razón de la celebración.
Los óscuros poderes fácticos pretenden, y desgraciadamente van consiguiendo, corromper la verdadera esperanza que nos trasmitieron nuestros padres, abuelos y ancestros. Poco a poco pretenden desgarrar nuestra identidad humana, familiar y social, de forma que quedemos reducidos al ser intrascendente que el materialismo histórico y el capitalismo liberal pretenden de la persona. Seres sin identidad, encerrados en el egoísmo y la utilidad de las cosas, enterradas sus miserias en cubos de hormigón, abiertos al crimen del aborto, la eutanasia, a toda clase de manipulaciónes y desviaciones inhumanas, acorralado por la cultura de la muerte. Desdichados vencedores de batallas, perdedores de la guerra entre el bien y el mal, entre el hombre y el Maligno, entre Cristo y el mundo.
Cristo es la luz del mundo. El esplendor del árbol del pesebre anticipa el noble resplandor que el árbol de la cruz proyecta victorioso sobre toda la faz de la Tierra. Jesús, ayer, hoy y siempre, nace renovadamente en medio de la humanidad confundida. Desde Belén, de la mano de José y María, el hombre se encuentra con Aquél en el que recobra su identidad y su vocación: Jesús de Nazaret, Dios vivo hecho hombre, Amor que nos visita.
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