ESPLENDOR
Cuando intentamos comprender el panorama que contemplamos en nuestro tiempo, es importante discernir con respecto a ciertos presupuestos que no podemos abandonar. La fe que fundamenta los criterios y los valores de los cristianos puede y debe entrar en diálogo con otras posturas que, por diversos motivos, encuentran sus referencias fuera de la experiencia religiosa o de la verdad revelada. Pero lo que tenemos que reconocer es que aquellas posturas que niegan la dimensión espiritual del ser humano y consideran a éste desde distintas perspectivas, siempre, con un transfondo materialista (utilitarismo, positivismo, relativismo, consensualismo, etc.), se mantendrán invariable e irremediablemente irreconciliables con los presupuestos ético-morales que fundamentan y configuran la dignidad para los creyentes. Una dignidad fundamentada en la carne, y ésta como cosa, jamás será conciliable ni equiparable a una dignidad que se ve fundamentada en el espíritu, y éste como ser fundamental.
"En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sería la fuente de los valores. En esta dirección se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo transcendente o las que son explícitamente ateas".
Esta cita de la Éncíclica "Veritatis Splendor" nos sirva de referente. No podemos sino denunciar y poner al descubierto aquellas ideologías y doctrinas que buscan la perdición del hombre. No podemos sino rebatir y desmontar a aquellos cuya conciencia cerrada pretende eliminar todo vestigio espiritual de la vida de nuestros jóvenes y hermanos. No podemos sino "proclamar la Palabra, insistir a tiempo y a destiempo, reprender, amenazar, exortar con toda paciencia y doctrina. Porque estamos en el tiempo en que los hombres no soportan la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se buscan una multitud de maestros por el purito de oir novedades; apartan sus oídos de la verdad y se vuelven a las fábulas. Nosotros, en cambio, portémonos en todo con prudencia, soportando los sufrimientos, realizando la función de evangelizadores, desempeñando a la perfección nuestro ministerio". (Cif. "Veritatis Splendor" 30)
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