DEMONIOS
La demonología siempre a sido un area fascinante dentro de la teología. La doctrina sobre la existencia de los demonios y sus manifestaciones ha sido constante y clara a lo largo de la historia de nuestra amada Iglesia Católica. Acudí, en este curso, a la consulta del Nuevo (lo de nuevo es relativo, ya que se trata de una edición de hace 20 años) Diccionario de Liturgia de Ediciones Paulinas, dirigido por D. Sartore y Achile M. Triacca y adaptado a la edición española por Juan María Canals. No pretendía otra cosa sino recoger un esquema claro y conciso que presentar a mis alumnos de Bachiller sobre la existencia del exorcismo como sacramental de la Iglesia Catolica y su funció y efectos en la lucha contra aquellos seres espirituales que otra hora se alzaron en rebelión contra Dios y su criatura. Mi sorpresa fue máxima cuando pude comprobar que en esta publicación presuntamente católica, en la voz exorcismo, se me ofrecían afirmaciones tales como: "Es muy probable que los demonios, tal como se entienden comúnmente no hayan existido nunca; que posesiones auténticas jamás hayan tenido lugar, y, en consecuencia, que los exorcismos no hayan estado y, por consiguiente, nunca estén justificados." "Si demonios y posesos no han existido nunca, los exorcismos ni deberían haberse practicado ni deberían practicarse en el futuro. No sólamente son inútiles, sino también, como ya se ha insinuado, son potencialmente muy nocivos y perjudiciales." "El diablo no tiene nada que ver con lo que los relatos evangélicos denominan demonios." "También ha quedado claro que ni Jesucristo ni los apóstoles practicaron exorcismos, ni como se concebían en aquel tiempo ni como se conciben en nuestros días." "En aquel tiempo (vida de Jesús), de una mentalidad protológica o prelógica, más primitiva que la nuestra, se atribuía posesión a aquellas enfermedades que hoy día pertenecen al grupo de los desórdenes orgánicos cerebrales." Quizás el buen J.B. Cortés sj, no ha tenido tiempo de confrontar tales y otras afirmaciones de su artículo con la doctrina de la Iglesia Católica que a todos nos es accesible:
C.I.C. 391 "Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali" ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 800).
C.I.C. 414 Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra Dios.
C.I.C. 550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26–39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: "Regnavit a ligno Deus" ("Dios reinó desde el madero de la Cruz", himno "Vexilla Regis").
C.I.C. 1673 Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf Mc 1,25s; etc.), de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo síquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante, asegurarse , antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de un presencia del Maligno y no de una enfermedad (cf. CIC, can. 1172).
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