DINERO
La actual "crisis" acentúa, aun más si cabe, la obsesión cotidiana que por el vínculo monetario mantenemos con constante asiduidad. Cuanta frustación, amargura e infelicidad como consecuencia del grave error que supone sustentar la búsqueda de la felicidad y del sentido último de la vida sobre el dinero, la riqueza y el poder.
Desde jóvenes y chiquitos se nos muestra el dinero, como un objetivo, una herramienta o el vehículo para obtener aquello que deseamos y que aparentemente puede satisfacer nuestras incolmables ansias de plenitud existencial. La inclinación egoísta de poseer ha trasformado los proyectos de vida, de una amplia mayoría, en proyectos económicos que establecen meramente las prioridades para alcanzar un mayor beneficio y una mayor disponibilidad económica en la vida.
Y claro, así la realidad del dinero queda perdida y su verdadero sentido se convierte hasta en absurdo. El dinero, que original y fundamentalmente debe ser la representación del valor del trabajo y la labor realizada por cada uno de los miembros de una comunidad, queda convertido en un medio de cambio de curso legal en el cual cualquiera puede ganar o perder.
El dinero no es un objeto, ni siquiera un medio, el dinero no es (debería ser) más que la representación del trabajo o la labor realizada, y nadie tiene potestad para acumular el trabajo o la labor realizada por otros sólo porque se esté en posición de engañar y abusar codiciosamente de los bienes de la tierra.
¡Ay de la restitución mosaica y del año jubilar! La injusticia que impera en el mundo clama al cielo, y las voces y llantos de los inocentes no callarán en el día del Juicio de los ricos y poderosos.
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