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HOY TEOLÓGICO - Alfonso Luis Calvente Ortiz

TEOLOGÍA

VIOLENCIA

VIOLENCIA

Violencia del Amor. Esta es la única violencia admisible en el cristiano. La violencia de un amor personal fundado en la cruz, que trasforme las conciencias sociales y estructurales. Violencia de Amor, fuego encendido que abrase corazones inquietos por el prójimo.

 

Ningún otro tipo de violencia es admisible. La sociedad humana actual está necesitada de comprensión, acogimiento y transformación, en un proceso que sólo puede ser llevado a cabo desde un firme testimonio en el Amor. El mismo testimonio que llevó a Mons. Oscar Arnulfo Romero de los brazos de Cristo al martirio.

 

Y si andamos esperando que otros sean los que demuestren la incondicionalidad en el Amor, al hombre en Cristo y a su Iglesia, vana será nuestra esperanza. Es en el corazón de cada uno de nosotros donde comienza la trasformación del mundo, donde se extiende e instaura el Reino de Dios. Sin la transformación y conversión de nuestros corazones no es posible la trasformación social y estructural. Sin la radical vivencia en la violencia convulsiva del amor en nuestros corazones, será imposible emprender el camino de la paz y la justicia universal.

MÍSTICA

MÍSTICA

En la profundidad de la experiencia humana se encuentra la realidad espiritual que toda persona experimenta por sí misma, ya que es ella en sí misma, aun cuando no tenga conciencia de ello.

 

La experiencia expiritual, la profunda intuición de lo trascendental, la mística, se hace hoy más necesaria que nunca en la vida del cristiano. El abandono social y estructural de la esperaza trascendental de la vida humana,empuja inevitablemente a todo creyente, que no ha fundamentado su casa sobre la roca espiritual, hacia un materialismo relativista predominante.

 

Cristo nos ofrece la esperanza y la salvación de nuestro ser. Aquí y ahora, la vida del cristiano debe estar configurada en un encuentro con el Resucitado que, tan profundo y espiritual como consciente y real, anegue todas las circunstancias y dimensiones de la existencia terrena.

 

La vida, la cruda realidad del mundo sumido en una descarnada estructura de pecado, se torna en complaciente misericordia divina a los ojos de Dios entre nosotros que nos mira desde lo alto de la cruz.