Fukushima
Mientras medio mundo anuncia el apocalípsis, el colapso nuclear y el acabose del comenzose, los japoneses continúan buscando y llorando a sus víctimas. Trabajan arduamente, no hablan, no discuten, trabajan y trabajan por resolver los problemas.
Tras una de las ecatombes más terribles e imprevesibles qe pueda sufrir una comunidad, el pueblo japonés da al mundo una lección de abnegación y de humanidad. Mientras, nuestros políticos se rasgan las vestiduras, unos porque al desastre natural no le sigue la devastación de la catástrofe nuclear que parecen desear, otros porque creen que sus ideologías son más importantes que las propias personas que sufren y mueren en su cotidiano devenir.
La realidad se nos presenta sobrecogedora pero llena de esperanza. La apostólica afirmación: "Muestrame tu fe sin obras que por mis obras te mostraré mi fe", parece asumida hoy por el pueblo japones que con pocas palabras pero con mucho trabajo, tesón y esperanza, parece haber controlado el riesgo de Fukushima, mientras aquí en Europa ya se anunciaba el fin.
Una vez más contemplamos que el ser humano es frágil y vulnerable, aunque algunos jueguen a ser dios sin Dios, y que nuestro destino y sentido de vida se encuentra más allá de todo lo que podamos llegar a imaginar.
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