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HOY TEOLÓGICO - Alfonso Luis Calvente Ortiz

EDUCACIÓN

EDUCACIÓN

En la actualidad nos enfrentamos, queridos amigos, a la ideologización de todas las dimensiones de la vida. La negación de lo trascendente obliga a articular una sistematizada ideología que supla el anhelo insaciable de verdad y vida que conforma lo más profundo del ser humano.

 

La educación hoy no pretende formar seres humanos, no pretende configurar y preparar a la persona para su realización en la plenitud de su ser, o cuanto menos dirigirla a ello. La educación no es vínculo y camino para la felicidad. La educación queda reducida al mero talante de la ciudadanía activa y a la pacífica convivencia democrática, a las cuales el futuro ciudadano accederá a través de unas mínimas competencias básicas.

 

La verdad de la vida queda reservada a un selecto grupo de personajes (éstos si áltamete cualificados y formados) que lejos de haberse limitado a esa ciudadanía y competencias básicas se erigen como guardianes y "sacerdotes" del conocimiento supremo que sólo a ellos les está reservado y que solo ellos son dignos de administrar para las numerosas masa de ciudadanos basicamente competenciales.

 

Frente a esta ideologización que unde sus raíces en las más ancestraces actitudes masónicas, Cristo se revela como el portador de la Verdad y Vida Universal. Verdad y Vida cristiana destinada a todos y cada uno de los seres humanos, especialmente a aquellos menos competenciales, menos ciudadanos y menos activos.

 

La educación desde el prisma cristiano es fruto del amor y de un amor incondicional por el prójimo y por ende por toda la familia humana. Enrique Gudín de la Lama publica en los Cuadernos Ucanca Documentación una reflexión sobre la que presento un estracto, y que nos permitirá cuanto menos valorar la enorme distancia que separa la promoción cristiana de la ciudadanía activa:

 

"Educar no es fácil porque esos seres minúsculos, cuyos padres y madres acunan amorosamente embobados, no son un paquete de células envueltos en pañales, ni máquinas complejas con funciones vegetales y animales; y tampoco autómatas a los que se les puede instalar los programas necesarios que repetirán lo que han de hacer una y mil veces sin salirse un milímetro de aquello... Ni siquiera son personas adultas en miniatura que deseen (o acepten) ser educadas. Y muchísimo menos son el zorro del Principito que solicita ser domesticado después de haberle cogido cariño...

Son personas, seres humanos, con todas sus potencialidades abiertas, que ni se han planteado ni se plantearán hasta adquirir cierto grado de madurez, para que están en este mundo y si necesitan o no ser educados.

Educar, ayudar a que un niño, un adolescente, adquiera virtudes, no es trasvasar conocimientos a sus cerebros o someter a ciertas actitudes a sus personas.

Resulta evidente que, hasta en las circunstancias más ordinarias y elementales, la tarea educativa depara sorpresas y situaciones inesperadas, y que es imposible enfrentarse a ellas pudiendo consultar el manual del buen educador -que por otra parte no existe-. Sin embargo, saldremos con éxito de ellas (aunque puede que no acertemos a la primera) teniendo presente una idea madre elemental e imprescindible: lo primero de todo es querer. Querer a quien educamos. Si no, les instruiremos, informaremos, trasmitiremos, capacitaremos, les haremos competentes... pero no les educaremos."

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