PECADO
El pecado es algo siempre terrible para el ser humano. El pecado nefando es siempre de obligada repulsa y de inexcusable condena, cuanto más, si proviene de los propios pastores y "testigos" de la esperanza de salvación. Pero el pecado, hemos de reconocer que es intrínsico al ser humano, es más podríamos decir que lo caracteríza desde sus orígenes, y que solo a través de Cristo es posible la remisión y la contemplación del humano sin pecado.
Pero cuando el pecado que azota a toda estructura y organización humana, se encuentra escandalosamente entre aquellos que se deben a su denuncia y prevención, sin dejar de condenar y reprender con mayor autoridad y rigor, no podemos permitir que se utilice como flagelo sobre Cristo y su Iglesia.
El pecado de perversión, abuso y explotación de menores es deleznable, degradante y miserable, cuanto más si proviene de un pastor que debe cuidar y preservar a su grey. Pero resulta que este pecado, esta perversión humana no encuentra su origen y razón en la religiosidad o en el estado de vida del que miserablemente cae en él.
Los datos son claros, sólo un 0,02% de los abusos, perversiones y explotación de menores se da por parte de personas que ostentan un cargo o estado religioso. Del resto, el 99,98%, y siempre que hablamos de porcentajes minorizamos la gravedad de los asuntos, millones y millones de niños y niñas de nuestras sociedades y familias son pervertidos, explotados y utilizados sexualmente por personas ajenas al clero o a la profesión religiosa. Es más, si deseamos descubrir la abominación de esta realidad, descubriremos que el 80% de los actos pedofílicos se realizan por personas pertenecientes a la propia familia, o círculo muy cercano, del niño o niña. Papá, mamá, hermano, tío, padrino, vecina, amigo, etc. El resto, cerca de un 20% de los casos de abusos de menores se producen por personas externas al círculo familiar, profesores, monitores, guías, entrenadores, amistades, etc.
La deleznable realidad en que encontramos que una de cada cinco mujeres en su edad adulta y anónimamente reconocen haber sufrido abusos sexuales antes de cumplir los 20 años, y uno de cada ocho hombre idem de lo mismo, parece no importar a una sociedad mediatica que tan solo busca excusas para desprestigiar y desautorizar la voz de los sin voz.
Caiga toda la justicia sobre aquellos que escandalizan a uno de los más pequeños. Si, toda la justicia, pero sobre "todos". Y quiera con sinceridad de corazón, esta sociedad pervertida y sin rumbo, reconocer la magnitud de cada cancer que la consume y abordar con profundidad la reconversión que pueda hacerla cambiar.
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