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HOY TEOLÓGICO - Alfonso Luis Calvente Ortiz

REFERENTE

REFERENTE

Expongo algunos temas que la Conferencia Episcopal Española indicaba como referentes claros que no debemos perder de vista, y que por desgracia, como ocurre casi siempre con los documentos eclesiales, son noticia unos pocos días y olvidados para el resto:

No son pocos los que en este tiempo, amparándose en un Concilio que no existió, ni en la letra ni en el espíritu, han sembrado la agitación y la zozobra en el corazón de muchos fieles.

 

Es erróneo entender la Revelación como el desarrollo inmanente de la religiosidad de los pueblos y considerar que todas las religiones son “reveladas”, según el grado alcanzado en su historia, y, en ese mismo sentido, verdaderas y salvíficas.

 

 El ser humano acoge como verdadero lo que Dios ha dicho de Sí, precisamente porque lo ha testimoniado Dios, no porque lo desvele la razón.

 

Es necesario mantener que la fe se expresa mediante afirmaciones que emplean un lenguaje verdadero, no meramente aproximativo, por más que sea analógico.

 

Suscitar dudas y desconfianzas acerca del Magisterio de la Iglesia; anteponer la autoridad de ciertos autores a la del Magisterio; o contemplar las indicaciones y los documentos magisteriales simplemente como un “límite” que detiene el progreso de la teología, es algo opuesto a la dinámica de la fe cristiana.

 

Afirmar que Jesucristo es el Verbo de Dios encarnado significa: 1) que Él es Dios, la Verdad última y definitiva; 2) que Él desvela quién es el hombre, en cuanto nos revela la relación necesaria y apropiada con Dios; y 3) que Él es la Verdad absoluta de la Historia y de la Creación.

 

La única Iglesia de Cristo, “constituida y ordenada en este mundo como una sociedad”, subsiste en la Iglesia Católica.

 

No es legítimo separar el Reino de Dios de la figura histórica de Jesucristo, muerto y resucitado y, por tanto, del Padre. Tampoco lo es disolver el significado de la Iglesia como verdadero sacramento de la comunión con Cristo.

 

Se es cristiano precisamente por la fe en la Resurrección de Cristo, principio y causa de nuestra propia resurrección.

 

Hay quien niega la distinción entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial, cuya diferencia “es esencial y no sólo de grado”. Este planteamiento silencia que Cristo es el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, de cuyo ministerio participan algunos cristianos de manera especial.

 

La doctrina sobre la ordenación sacerdotal reservada a los varones debe ser mantenida de forma definitiva, pues “ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y Universal”.

 

La Iglesia también considera “pecados gravemente contrarios a la castidad… la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales”.

 

Es contrario a la enseñanza de la Iglesia sostener que hasta la anidación del óvulo fecundado no se puede hablar de “vida humana”, estableciendo, así, una ruptura en el orden de la dignidad humana entre el embrión y el mal llamado “pre-embrión”.

 

Los fieles deben defender y apoyar aquellas formaciones o actuaciones políticas que promueven la dignidad de la persona humana y de la familia.

 

Las obras de carácter asistencial, que movidos por la caridad, impulsan los católicos, deben tener un perfil específico en el que Dios y Cristo no pueden quedar al margen.

 

 

 

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