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HOY TEOLÓGICO - Alfonso Luis Calvente Ortiz

Toros

Toros

De pequeño me gustaban los toros. Nunca me entusiasmaron, pero me gustaban. Quizás porque desde que tuve uso de razón y durante algunas temporadas acompañe a mi padre, que Dios lo tenga en su gloria, a las corridas veraniegas que se celebraban en la plaza de toros de Benidorm.

 

Claro, mi padre era veterinario, sí también el veterinario de la plaza. A veces nos llevaba, a mi y mis hermanos, el día anterior a ver la revisión de los toros en chiqueros. Despues de las corridas, siempre bajaba al callejón a ver que podía encontrar; me hacía mucha ilusión encontrar algún objeto olvidado ó deshechado (recuerdo una banderilla rota). Incluso recuerdo que entraba en el matadero de la plaza y, aún con la oposición de mi padre, me escurría para ver como deshollaban y cuarteban a los animales.

 

Ahora, formado como persona, con facultar pura de razón, y a pesar de la nostalgia de mi infancia y los buenos sabores que me trae, no puedo sino estimar como barbarie injustificable la tortura, maltrato y vejación de un animal para diversión y entretenimiento de unos, provecho de pocos y lucimiento de diestros.  

 

La pura razón no puede sino condenar una práctica basada en el sufrimiento, abuso y denigración de un animal, que por otro lado no lo merecería en modo alguno por su nobleza, temple y bravura, para espectáculo y diversión de los más ufanos defensores de la fiesta ensangrentada.

 

Cuanto más si nuestra mirada se torna en mirada cristificada; si nuestro parecer debiera amoldarse al parecer de Jesucristo; si nuestra condición fuera bondadosa, amable y misericorde.

 

A modo de cristiana documentación reproduzco un fragmento del artículo publicado por Armando Rubén Puente (AICA 16/8/10):

 

 Condenas de los Papas
     Pero fue a mediados del siglo XVI cuando los Papas las condenaron.

     En 1567 san Pío V decretó en la bula “De salutis gregis dominici” que quienes participaran o presenciaran las corridas de toros incurrían automáticamente (“latae sententiae”) en la pena de excomunión.

     Pocos años después, en 1575, ante la reacción de las autoridades en los reinos dependientes de la poderosa corona española  –Castilla, León, Nápoles y Portugal–  que interpretan que el documento pontificio era un ataque a España y una muestra de la “incomprensión” de su “historia y su cultura”, Gregorio XIII moderó el riguroso decreto de su antecesor en el breve “Exponis nobis super”, excluyendo de la excomunión a los laicos que presenciaran el espectáculo, y reservando la sanción solo a los sacerdotes y religiosos.

     Ocho años más tarde, Sixto V volvió a poner en pleno vigor la bula de san Pío V, haciéndose eco de las denuncias de obispos y teólogos españoles acerca de los abusos interpretativos con los que se aplicaba la bula de Gregorio XIII.

     En 1596 Clemente VIII en un nuevo documento, “Suspectus numerus”, levantó todos los anatemas y censuras, reservándolas exclusivamente a los frailes de las órdenes mendicantes.

     Tantos documentos contradictorios originaron durante medio siglo un enorme revuelo, crearon un ambiente apasionado y causaron la desorientación entre los católicos. En ese período Santo Tomás de Villanueva y San Juan de Ávila escribieron condenándolas por “el riesgo de muerte al que se exponen voluntariamente los caballeros que intervienen en ella y los peones que los ayudan” y “la crueldad inútil” y “brutalidad” con que tratan a los animales. Son “restos de antiguas barbaries de siglos pasados, que siguen causando muchas muertes”.

     En 1590 un canónigo de la catedral de Toledo decía: “Es el más peligroso de los espectáculos, donde mueren y se ve morir hombres y se cometen más excesos y pecados”. Y sin embargo, “a pesar de las prohibiciones papales, se siguen corriendo los toros como antes”.

1 comentario

Alejandro -

Bueno la verdad que discrepo bastante en esete tema con ud. La tradición muchas veces sustenta cosas buenas y la tauromaquia para mí sustenta cosas buenas. El dolor del animal no se pone en duda. Creo igualmente que la foto no es la más apr...opiada, pero bueno...
Ojalá todos los que se mmanifiestan en contra de las Corridas de Toros lo hicieran (no digo que esete sea su caso, claro está) en contra del aborto, eso si que rompe la cultura, es tortura y crueldad en su máximo exponente, pero desgraciadamente eso no nos importa tanto.
Mañana comprare carne que tenga el certificado de no sufrimiento del animal.
Felicidades por el resto de sus escritos pero este para mí no ha sido afortunado, de todas formas felicidades de nuevo y ánimo en este trabajo.